
Esto provocó la ira de muchos dominicanos que escribieron sendos artículos en contra de la señora Pierre y quienes aprovecharon todos los escenarios posibles para hablar en su contra y descalificar sus denuncias alegando que eran falsas y que el mismo trato que reciben los haitianos, lo reciben los dominicanos que trabajan en los ingenios. Evidentemente estas personas estaban partiendo de una débil premisa, ya que el maltrato no debe ser justificado con ningún argumento. El abuso a los dominicanos no justifica las discriminaciones que sufren los haitianos en suelo dominicano, ya que ninguna forma de abuso puede ser justificada. Además, es un secreto a voces que los haitianos reciben en mi tierra un trato despótico e injusto por quienes los contratan y por las personas en general que, a esta altura de la vida, se burlan de su color, de su olor, de sus rasgos, de su idioma y de su pobreza, olvidándose que los dominicanos también somos negros y que incluso los más blanquitos tienen “el negro tras de la oreja” como dice la famosa décima del mocano Juan Antonio Alix.
Todo esto conspira a favor de muchos empleadores locales que se aprovechan de la angustiosa necesidad de estas personas y las contratan para trabajar por 12 horas al día con una paga irrisoria. En algunos lugares los haitianos cobran apenas cincuenta pesos al día (unos RD$1,500.00/ US$50.00 al mes) que reciben en forma de bono para comprar sus alimentos, en otros, después de que éstos culminan su tarea, el empresario que los ha contratado recurre a la artimaña de llamar a la oficina de migración para que ésta acuda con un camión en donde los sube a todos y los regresa a su país sin recibir la paga. Todos saben que la mayoría de los haitianos que trabajan en el país viven hacinados en barrancones en donde carecen de los servicios básicos (agua potable, energía eléctrica, servicio sanitario, educación, transporte...) y según un estudio publicado por el Servicio Jesuita a Refugiados y Migrantes, El 11.5 % de los niños menores de 5 años que viven en los bateyes padecen desnutrición crónica.
Como decía en principio, las declaraciones de Sonia Pierre, provocaron una gran irritación “dérmica” en los dominicanos, pero también motivó a un grupo de congresistas demócratas estadounidenses a viajar a República Dominicana para comprobar la condición en que viven los braceros haitianos. Hace días salió el reportaje de la visita de estos legisladores en los bateyes “Paloma” y “Cayacoa” en San Pedro de Macorís. De acuerdo al informe entregado por esta comisión es preocupante “el abandono y las condiciones infrahumanas en que viven los inmigrantes haitianos”. La verdad es que si los dominicanos fuésemos honestos no hiciera falta que una súper comisión gringa viniera a enseñarnos cómo viven los braceros y sus familias, cosa que nosotros ya sabemos, pero que desgraciadamente algunos intentan ocultar con el dedo meñique ya que les conviene seguir contratando mano de obra barata a la que pueden tratar como se les antoje.
Ahora no tengo muchos datos, por lo que quiero volver al lugar y también visitar otros bateyes. Me gustaría llegar hasta San Pedro de Macorís, ya que está cerca de esta ciudad, y ver cómo son las cosas allí para poder establecer diferencias. Cuando lo haga, les contaré y ojalá que todo este escándalo que se ha armado a raíz de las declaraciones de la señora Pierre, no sea más que “mucho ruido y pocas nueces” y realmente provoque algún cambio positivo que mejore la forma de vida de los inmigrantes haitianos en República Dominicana. Si nosotros, los patriotas de pecho inflado, queremos vivir en una patria justa, debemos empezar por tratar con respeto a todas las personas que aquí viven, sin importar su origen, género, raza, situación económica o legal. Estoy segura de que los dominicanos que residen en el exterior y que han creado sus “colonias” en países como Estados Unidos, Puerto Rico y España, esperan ser tratados dignamente y tanto ellos como los inmigrantes haitianos merecen ser respetados y que la necesidad no los condene a vivir bajo la sombra del abuso y la discriminación.