
Me pasé el día de ayer viéndolo todo oscuro, como cuando estás en un tunel y no hay una puñetera luz para saber si vas derecho o si estás a punto de estrellarte contra la pared.
En la noche, después de haberme comido un plato de vegetales, comencé a pensar que este país está verdaderamente jodido, en otras palabras, se lo está llevando el mismísimo diablo. Paradójicamente, a pesar de ese pensamiento sombrío y de todo lo sucedido en las recientes semanas, yo todavía sigo queriendo a esta tierra y a mi gente.
No sé porqué anoche me dio por hacer un ejercicio y preguntarme: A ver, si te dan la oportunidad de nacer en otra parte, ¿qué lugar prefieres? La respuesta que siempre venía a mi cabeza era la misma. Podría nacer en Alemania, España, Estados Unidos, Japón, Dinamarca, Francia, o cualquier otro lugar, pero de hacerlo perdería todo lo que ahora me conforma, todo lo que ahora soy. Dejaría de amar a mi bandera, para rendirle tributo a otra, dejaría de gustarme el arroz con habichuela para decantarme por otro plato, dejaría a un lado el merengue típico y bailaría con más gusto otro ritmo. Lo más probable es que me sentiría feliz y tendría menos inconformidades, o cambiaría las actuales por otras, quizás menores, pero la verdad es que me gusta ser dominicana y me siento muy orgullosa de mis raíces, pese a que a veces el sistema, la injusticia social, los políticos corruptos y la discriminación te asfixien.
Claro, eso no quiere decir que no ansíe con todas mis fuerzas que República Dominicana disfrute de las comodidades y avances de las que otros países gozan, y que aquí la gente pueda vivir con dignidad y desarrollar su proyecto de vida. Lo que quiero decir es que pese a nuestras limitaciones y a la situación actual, yo todavía creo en la dominicanidad, me siento parte de este proyecto de nación, quiero ser parte de este proyecto de nación, y aunque cada vez que pienso en el futuro de mi sobrina o de mis propios hermanos siento miedo, ser dominicana, como dijo mi amigo Juan Miguel Pérez, es un premio… un honor.
Por ese amor y ese respeto por esta tierra es que creo que la solución no está en irnos todos y que el último que salga apague la luz del aeropuerto, aunque entiendo y soy partidaria del derecho legítimo que tiene la gente de optar por la emigración para buscar el bienestar personal y familiar. Ya parte de mi familia materna reside fuera del país y cada día más dominicanos y dominicanas tienen que irse, pero aunque nos marchemos, aunque yo misma me vuelva a ir un día, esa partida no tiene porqué implicar desligarse, desvincularse de lo que aquí hemos dejado.
La solución está en que los que aún creemos en esto, ya sea desde aquí o desde allá, iniciemos nuestra revolución, por la diferencia, para que “no nos meta cotorra” el de ahora y todos los que están loquitos por hacerse con el poder, para que sentemos las bases de un cambio profundo, sustancial y concienzudo, de manera que aunque mi generación no disfrute de todo ese esfuerzo y sacrificio, sí lo puedan hacer las generaciones venideras.
Quizás yo esté pecando de ingenua, pero a veces hay que ser un poco ingenuo para poder soñar.
boomp3.com
*Imagen: La madre/Cándido Bidó (pintor dominicano)
**Ojalá tengan tiempo para escuchar la canción. Yo no puedo escucharla mucho porque me rajo a llorar.
**Ojalá tengan tiempo para escuchar la canción. Yo no puedo escucharla mucho porque me rajo a llorar.