Sobre el escenario la gran actriz.
Delante de ella su público expectante.
La artista, consagrada en la materia,
gesticula, chilla, llora, infla el pecho y suspira.
Cada gesto exactamente calculado.
Cada movimiento en su justa medida.
Nada escapa de su control
Han dicho que nadie puede superar su técnica.
De repente su rostro pierde el color
y suavemente cae desmayada sobre las tablas.
El público la observa con la boca abierta
y le rinde una estruendosa ovación que retumba en el teatro.
Entre aplausos, bravos y pitidos
la gran actriz ha vuelto a triunfar.
© Rosa Silverio 2010
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