Como en el paisaje del más sensual, íntimo y huracanado Caribe, la
poesía de la dominicana, residente en Madrid, Rosa Silverio (Santiago de
Caballeros, 1978) vindica, por sobre todas las cosas, una sensibilidad intensa
y profunda, absolutamente fijada a la vida. En efecto, la poeta, periodista y
activista cultural, nos muestra, en un inquietante juego de contrarios, las
tonalidades de un face to face con el
costado más enérgico y vivaz de la realidad. Un viaje de doloroso arranque y
luminosa resolución, que en palabras de la poeta, inquiere una efectiva “arma
de destrucción masiva”. Esto es, que allí donde se extreman los goces de estar
vivo se abre una lucha contra el “vacío”, esa “caja urbana” que separa a los
seres de sí mismos, proclamando, finalmente, una aniquilación de las
superficies y un resurgimiento de los valores más íntimos del ser humano. En un
sentido cercano a la metafísica indagada por Lorca en Poeta en Nueva York, la
obra de esta inquieta caribeña se revela como un ataque y una defensa para un
mundo desolado y desvencijado de sí, que encuentra en el poema el más enérgico
y estimulante renacer. Desde sus primeros poemarios De vuelta a casa (2002) y Desnuda
(2005) a sus excelentes libros Rosa
íntima (2007), Arma letal (2009) o Matar
al padre (el final del juego) (2012),
Rosa Silverio mantiene esa tensión gracias a cuatro grandes extremos poéticos
que equilibran y hacen conscientes al lector de su batalla librada. De manera
que “lo ominoso”, lo femenino, el compromiso social y la reflexión metapoética
juegan como bandos encontrados que dan finalmente a la contienda un sentido de
honda humanidad.
Lo ominoso
Hacia 1919 Freud encontró en el famoso relato de E.T.A. Hoffmann “El
hombre de arena” –para muchos críticos el primero de género fantástico— un modo
nuevo de reconocer, enfrentar y liberar la psique. Esto es, que a través de la
fantasía, el pensador austriaco halló un pasaje inesperado, un choque sensitivo
e intelectual entre los dos extremos más visibles de la realidad humana, que en
un sentido metafórico, podríamos relacionar con la oposición de luz y
oscuridad. Freud argumentó que a menudo las oscuridades del inconsciente
reverdecen en el terreno de lo conocido, familiar y cercano. Dicho de otro
modo, existiría una estabilidad tambaleante que en un breve pasaje, como en el
contexto de un cuento de fantasía, revelaría en su seno lo desconocido y oscuro
de sí mismo. A esta equivalencia de opuestos denominó “lo ominoso”, “lo
siniestro”, del ser humano, haciendo convivir, con igual fuerza, el universo
cercano y luminoso con ese otro oscuro y seminal. En la poesía de Rosa Silverio
ese sentido de “lo ominoso” se reproduce en los escenarios más insólitos: “una
mujer que revienta en mitad de una avenida”, una “Cenicienta que amanece
ahorcada de su naranjo ante la mirada deseosa de sus príncipes del baile”, “una
mujer que observa a una niña en su recuerdo y ve a un padre que es un lobo, un
brujo, una culpa, la sociedad marchita, un monstruo. La herencia de la voz de
poetas hispanoamericanas contemporáneas como Alejandra Pizarnik o Marosa di
Giorgio es evidente, y aparece, a lo lejos, en escenas descarnadas e implacables
a las que la poeta dominicana infunde un original sentido del humor, sarcástico
y paradójico, que hace posible, por ejemplo, que “el padre” ominoso de Matar al padre (el final del juego) se transforme en una minúscula hormiga que
muere aplastada por un pie, el de la niña, que “mata al insecto como modo de
saludo”.
La feminidad
En numerosas ocasiones Rosa Silverio ha sido descrita –y ella misma se
ha manifestado— como una poeta de lo femenino.
En efecto, y bajo un punto de vista que otorga un gran calado al término
y que recuerda a las estéticas de Gioconda Belli o Claribel Alegría, la
feminidad es una cualidad que a lo largo de sus poemarios sostiene la
conformación de la Historia. Por una parte, se describe la feminidad en
estrecha alianza con la masculinidad, así que el lector puede bucear en una
firme presencia de lo femenino en lo masculino, y, paralelamente, puede hallar
el espíritu varonil en la mujer. Y por otro lado, se aprecia una valoración del
lugar que ha ocupado lo femenino en la Humanidad consiguiendo dar voz a una
mujer maldecida a lo largo de la Historia. De los mitos clásicos (Keres,
Némesis, Moiras, etc.) o de una personificación constante de la muerte como la
mujer predestinada, a la femme fatal
de los simbolistas o a la peligrosa mujer con “un sexo prehensil” de la vanguardia girondiana, Silverio
ejecuta el tono más visceral y rebelde de la naturaleza femenina. Ya que, a
través de la ironía, de la crítica y de un enfado latente, trata temas como el
aborto, la violencia de género o la exclusión sexual. Además, con íntimo y
valiente arrojo, la poesía de la dominicana caricaturiza a la “mujer-pastel”, comestible,
metáfora sustituta de la “mujer-florero”; a la que irónicamente muere el día de
su boda, la invisible, la abandonada por el padre, la poseída por un fusil, la
bruja, la hermana coja, la niña desvalida, e incluso, la que se lava las manos
con Pilatos o muere crucificada preguntándole a su padre: “¿por qué me has
abandonado?”.
Letras de emergencia
No es aventurado decir que Rosa Silverio es una poeta de “letras de
emergencia”. El término hace referencia al libro homónimo con que Mario
Benedetti defendía en los años setenta la importancia de una poesía
comprometida con la experiencia de la más inmediata realidad social. Aunque
Silverio tiende a alejarse del movimiento de “La poesía de la experiencia” que
han seguido en España y en Latinoamérica, como Benedetti, otros autores de su
declarada admiración (García Montero, Benjamín Prado), no cabe duda de que no
es ajena a esta estética de compromiso que ha preservado la corriente. Pues su
obra evidencia una clara preocupación por los genocidios del siglo XX, la
conquista y el fin de los pueblos originarios del Caribe, la situación de los
inmigrantes en España o los enfrentamientos bélicos actuales. Todo lo que ella
atribuye a una falta de responsabilidad interior y a una pérdida de la infancia
del mundo. Como puede observarse, las constantes del compromiso y de lo
femenino se atraviesan en la poesía de Rosa Silverio trascendiendo las disputas
de género –también pide “matar a la mujer”— e invocando la necesidad de
derrotar toda frontera. Una exhortación reconciliatoria que revierte y derriba la
historia convencional del prototipo de Eva (“¿quién es la manzana, el gran
reptil, la sombra bíblica?”) y que, sobre todo, aspira a ser demolición de
cualquier barrera erigida por la injusticia.
Metapoesía
En este caso, también la escritura de Silverio indaga múltiples caras,
extremos en reconciliación. Su reflexión acerca del poema, no cabe duda,
implica un acto poliédrico. La poesía se muestra como un huracán de sensaciones
e ideas: “imposibilidad”, “tristeza”, “vacío”, cuya necesidad más íntima, sin
embargo, parece anidar en la búsqueda de una palabra esperanzadora, una “manía”
inevitable, “ella habla para que yo me calle”, “muda y transparente”. La
lectura y la escritura, casi como amantes de la práctica poética, encarnan así un
límite y una liberación, pues el poema siempre se escapa (“ambicioso poema
echado a perder”). Pero la batalla no termina en el fracaso poético, para
Silverio en la poesía habita un conjuro de protección, un amparo, un auxilio,
que unas veces adopta la forma de la inocencia y otras las de la locura. En el
poema, la “destrucción masiva”, a un tiempo insufla desesperación y es el “arma
letal” que renueva la esperanza: “la poesía queda”. En otras palabras, ese amor
amargo a que sabe la escritura reconquista la urgente necesidad de vivir cuerpo
a cuerpo con el mundo. Sin lugar a dudas, Rosa Silverio, nos demuestra que el dolor
ampara a la belleza, dolor de hermosura niquelada, luz y oscuridad, vitalidad
que queda al fin. Porque ambos extremos son quizás los responsables de que todo
vaya hacia la vida.
Sonia Betancort
[Santa Cruz de Tenerife (España), 1977]. Escritora, ha publicado varios poemarios, entre los
que destacan Íntima Exigencia (2000), El cuerpo a su imán (2009) y La sonrisa de Audrey Hepburn (2012).
Profesora de Literatura en la Universidad Camilo José Cela (Madrid) y
articulista en diferentes medios y revistas como crítica literaria. Doctora en
Literatura por la Universidad de Salamanca, ha centrado sus investigaciones en
la literatura española e hispanoamericana contemporáneas y en la huella del
orientalismo en el mundo hispano. Recientemente publicó el
ensayo Oriente no es una pieza de
museo. Borges y el budismo,
Ediciones Universidad de Salamanca (2014). Como gestora educativa coordinó
entre 2002 y 2009 la Sede de la Universidad de Salamanca en Buenos Aires. Ha
estudiado interpretación actoral en el estudio de Julio Chávez (Buenos Aires) y
con Juan Carlos Corazza (Madrid). Ha desarrollado numerosas performances
teatrales de vinculación de la literatura con las artes escénicas. www.soniabetancort.com www.soniabetancortsantos.blogspot.com